Si le dices guapa a una mujer, eres un machista que perpetúas una sociedad patriarcal en la que las mujeres sólo son objetos a manos de los hombres, y si dices ‘todos’ en lugar de ‘todos y todas’, discriminas. Si muestras un mínimo indicio de que te incomoda ver besarse a dos personas del mismo sexo, eres un homófobo. Si consumes cualquier producto derivado de animales eres un asesino en masa sin sentimientos, y merecerías que a ti te hicieran lo mismo. Si no usas software cien por cien libre estás de acuerdo con que las compañías mantengan su monopolio y alimentas una sociedad capitalista.
¿Exagerado? Puede. Pero he visto puntos muy cercanos a estos en más de una ocasión. Activistas (reales o de sillón, no lo sé) que reivindican unas causas que ellos consideran justas, y que de hecho normalmente lo son, pero que usan el ataque a la costumbre contraria para conseguir sus objetivos. Esto, más que concienciar o conseguir que los demás se informen, lo que provoca es rechazo y desinterés.
Si queremos un cambio, en muchos casos no podemos ir de frente contra aquello que consideramos incorrecto, al menos desde una perspectiva individual. Los grandes cambios también se producen poco a poco, mediante la educación: que nuestros cercanos se familiaricen con aquello que consideramos justo, que lo vean algo conocido y amigable en vez de lejano y agresivo. A lo mejor alguno se une a nosotros, a lo mejor no; pero habremos conseguido que vean como normal algo que antes estaba totalmente alejado.
Y si se unen a nosotros quizá consigamos que lo que defendemos sea algo tan sumamente normal que lo contrario sea antinatural y el camino a evitar. Requiere tiempo y esfuerzo, pero nosotros, desde nuestro día a día, podemos conseguir grandes logros.
Deja una respuesta