Un discurso de graduación es algo muy importante. Yo me gradué hace poco tras terminar mis estudios universitarios, sé lo que significan estas palabras para quien las pronuncia. Es un alegato al pasado y al futuro, el punto de inflexión que separa lo que vino de lo que vendrá. Por eso, cuando navegaba en Tumblr (esa arma de distracción masiva) y me crucé conparte del discurso de Erica Goldson en El guindilla, no pude más que detenerme a leerlo. Copio la traducción de dicho lugar; las imágenes vienen de Zen Pencils y el discurso puede leerse íntegro en el blog de la chica.
Léase con tranquilidad, sopesando cada frase.
Me estoy graduando. Debería ver esto como una experiencia positiva, especialmente siendo la priemra de mi clase. Aunque, mirando hacia atrás, no puedo decir que sea más inteligente que mis compañeros. Sólo puedo dar fe de que soy mejor haciendo lo que se me dice y trabajando el sistema.
Aún así, aquí estoy, y se supone que debo estar orgullosa por haber completado este periodo de adoctrinamiento. Me iré en otoño para pasar a la siguiente fase que se espera de mí, con el fin de recibir un documento de papel que certifica que soy capaz de trabajar. Pero defiendo que soy un ser humano, una pensadora, una aventurera, no un trabajador.
Un trabajador es alguien atrapado en la repetición, un esclavo del sistema establecido antes que él. Pero ahora he demostrado con éxito que soy el mejor esclavo. Hice lo que me dijeron hasta el extremo.
Mientras otros se sentaban en clase y dibujaban para convertirse luego en grandes artistas, yo me sentaba en clase para tomar notas y convertirme en una gran presentadora de exámenes. Mientras otros venían a clase sin sus tareas hechas porque estaban leyendo algo que les interesaba, yo nunca dejé una tarea sin hacer. Mientras otros creaban música y escribían letras yo decidí hacer créditos extra, aunque nunca lo necesité.
Me pregunto, ¿por qué quise esta posición? Seguro, me lo he ganado, ¿pero qué va a salir de ahí? Cuando deje la institucionalidad educativa, ¿tendré éxito? ¿o fracasaré para siempre?
No tengo idea de qué hacer con mi vida. No tengo intereses porque vi cada asignatura de estudio como un trabajo, y me destaqué en cada asignatura por el propósito de destacar, no de aprender. Y francamente… ahora estoy asustada.
— Erica Goldson,
25 de junio de 2010
Me he cruzado con personas como Erica. Personas que destacaban por el mero hecho de destacar, de querer ser los primeros, aunque su interés real por las asignaturas fuera nulo: el objetivo era el diez, no aprender. Estudiar de este modo no sirve para que una persona sea feliz; quizá obtenga el reconocimiento social derivado de sus calificaciones, pero nada más. Y no se puede vivir sólo de reconocimientos, por mucho que sirvan para allanar el camino en muchos aspectos.
Yo, como estudiante, en muchas ocasiones hice lo mismo: superar una asignatura porque es obligatorio para pasar de curso, aunque nunca busqué la excelencia. Por suerte siempre tuve claro mi camino, hubo ciertos profesores que me ayudaron a encontrar mis verdaderas pasiones, y los estudios nunca me impidieron disfrutar de ellas, aunque en los momentos clave el deber estaba y estará ante todo. Pero mucha gente no tiene las ideas tan claras, ni la suerte de contar con ese profesor especial que ayuda a encontrarse a uno mismo. O no saben verlo, obcecados en su diez.
Como futuro docente espero ser capaz de que los estudiantes como Erica vean en mis clases algo más allá de un diez en el boletín de calificaciones. Yo solo no puedo cambiar el sistema, y si un alumno lo merece hay que concederle la excelencia, pero si el alumno obtiene un diez por saber contarme una novela y analizar frases y no es capaz de ver la belleza de la palabra y no disfruta con la lectura, habré fracasado con él.
Las instituciones se sienten orgullosas de que en la normativa se hable de conseguir que los alumnos sea personas completas, con juicio crítico, y al final lo que se obtiene es un producto. Es muy triste. Ken Robinson también habla del sistema educativo como una cadena de montaje, algo propio más del siglo XIX que del XXI. Esto resulta aún más paradógico en unos tiempos en los que terminar una carrera no garantiza un puesto de trabajo, un puesto al que posiblemente no podrás optar, si no por falta de experiencia por sobretitulación, porque te falta un idioma o por cualquier otra razón inventada.
Por desgracia, mi mensaje no es mucho más alentador que el de Erica. Debe haber cambios en educación, y los pocos que lo vemos somos una minoría. Porque es muy cómodo seguir el sistema, hacer lo que te dicen que hagas y no pensar.
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