Creación: La secta del Bola-bola

—Inma, vete tú con las niñas, anda, que nosotros estamos aquí muy a gusto tomándonos un café.

—¿¡Qué!? ¡Es que lo sabía! ¿Ahora me va a tocar a mí sola cuidar de las niñas?

Era el cumpleaños de su prima pequeña, Sara, y sus tíos habían reservado hora en el Bola-bola, un parque infantil con piscinas de bolas y toboganes. Desde el momento que se enteró, Inma supo que le tocaría a ella hacer de niñera, y no le hacía la menor gracia que se tuviera que quedar ella con Sara, su amiga Elena y otros diez niños más mientras los adultos estaban sentados tranquilamente en una cafetería cercana.

—¡Sí! —dijo Elena, alargando mucho la «i»— Venga, Inma, que seguro que tú también lo pasas muy bien.

—Porfa, Inma… —le rogaba Sara con cara de ternerito degollado.

El resto de niños también comenzaron a azuzar a Inma con grititos y súplicas para que accediese.

—Qué remedio… —replicó Inma, de mala gana, intentando sacar fuerzas para soportar la tarde que se le venía encima. Miró a sus padres—. Yo no sé cómo habéis sido capaces de reservar en este sitio con los rumores que corren. ¿No os habéis enterado de que cada cierto tiempo desaparecen niños? ¡Si pasa algo yo no quiero saber nada, eh!

—¡Inma tiene miedo a los fantasmas! —intervino Elena, que había puesto atención a la conversación, burlándose descaradamente. Algún niño le siguió; la mayoría, que sabían que la tarde dependía del humor de Inma, le dijo que se callara.

—¡Anda ya, mujer, qué asustadiza eres! —le dijo su madre— ¡Si es un parque infantil normal y corriente! Venga, que nosotros os vigilamos desde aquí y en un rato largo vamos a buscaros.

—Sí, claro, mucho vas a vigilar con esas dioptrías que te han sacado —dijo Inma sonriendo. Mientras su madre señalaba lo muy graciosa que era, ella les daba la mano a Sara y a Elena—. Venga, vamos.

—¡¡Bien!! —gritó Elena, un clamor que se extendió por todo el grupo de niños.

—Gracias, prima —le dijo Sara, bajito, con una sonrisa cómplice.

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Creación: La mejor poesía

Hace no mucho tiempo, lectores y crítica coincidieron en que se compuso la mejor poesía de todos los tiempos y lugares. Quien la escribió, quienquiera que fuese, tuvo siempre inquietudes literarias, y desde temprana edad comenzó a leer clásicos de la literatura universal. Muy pronto empezó a escribir, primero sólo para si, sin que nadie supiera de su afición, hasta que por fin eligieron uno de sus manuscritos y publicó su primer poemario, al que siguieron muchos otros.
Dominaba todos los estilos y todas las formas. Escribía sencillo, enrevesado, verso libre, verso rimado, endecasílabos, octosílabos, usaba la metáfora con maestría. Con sólo proponérselo elaboraba el poema más oscuro, un poema que mantenía ocupados a los intelectuales años y años para intentar desvelar los entresijos de sus símbolos. Incluso llegó a escribir por encargo, ya que su facilidad a la hora de componer hacía que pudiera tratar cualquier tema, universal o particular. Todos se habían tratado con anterioridad, sólo tenía que buscar la referencia adecuada. Y conocía muchas, ya que había leído cuanto se cruzó en su camino.
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Creación: ¿Un esmar qué?

—¡Hombre, Juan! Veo que has cambiado de móvil. Y no veas qué bicharraco te has comprado. Te ha tenido que salir por un ojo de la cara, ¿no?
—Calla, calla, que yo los cacharros estos ni los entiendo ni nada. Pero claro, te llaman los de Naranje, con esas muchachas extranjeras con la voz tan bonita y que dicen palabras tan raras que al final acabas picando.
—¿Pero cómo te vas a comprar un móvil que no sabes usar? ¿No tenían algún otro que se adapte más a tus necesidades?
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Creación: El hombre lobo con alopecia

Era una noche de Halloween. O de «jalogüín», como decía el abuelo. Todos estaban contando historias de miedo alrededor de la chimenea, y todos escuchaban atentamente. Incluso el abuelo, que pensaba que cómo podían celebrar una fiesta de origen extranjero como si fuera una tradición propia. Tenía curiosidad por esas historias de terror, pero llegó un momento en que se cansó.
—Bah —protestó—, todo eso son tonterías. Duendes, vampiros, monstruos con muchos tentáculos… ¡Tonterías! Como si las cosas que existen no dieran ya suficiente miedo.
Se quedó un tiempo meditando, ante la decepción de su familia, que esperaba una historia de algo real que diera miedo. El viejo captó sus ansias y dijo:
—¿Queréis una historia real? De acuerdo, os la contaré. Hubo una época en la que había muchos hombres lobo…
En ese momento todos sus nietos le interrumpieron muy indignados:
—¿No decías que nos ibas a contar una historia real?
—¡Claro que sí! ¡E iba a hacerlo antes de que me interrumpieras!
—¡Ja! —exclamó uno de sus nietos, el más impertinente— ¡Y empiezas hablando de hombres lobo!
—Vamos a ver —dijo el viejo, muy tranquilo—. ¿Tú has visto duendes, monstruos con tentáculos o vampiros? ¿No, verdad? ¡Pues yo sí que he visto lo que os voy a contar! Puedes creértelo o no, como te crees esas historias que cuentas, pero esto es tan cierto como que aún tengo en mi cuerpo una marca a consecuencia de este relato.
Todos se callaron y el viejo empezó a contar.

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