Ya dije en una entrada anterior que la cultura nos llega gracias a la infraestructura y poder que tienen grandes empresas, pero que debemos agradecer fundamentalmente a las personas que crean esa cultura. En esta entrada repaso algunas de las últimas tropelías de la industria cultural (entendiendo este nombre como ese instrumento necesario que son las grandes empresas) que van en contra de sus usuarios o clientes.
Kindle y la descarga de libros
Uso un Amazon Kindle al menos desde 2016, pero anteriormente recuerdo que tuve otro y la forma que tenía de almacenar los libros era exactamente la misma: ir a la página de gestión de dispositivos, pulsar en la opción Transferir mediante USB (o algo así) y conseguir el archivo AZW3 o el formato que correspondiera. Es un libro que he comprado yo con mi dinero y me veo con todo el derecho a hacer con ese archivo lo que me diera la gana.
Pues ya no se puede.
Desde febrero de 2025, y tan solo con un escueto mensaje que apareció unos meses antes en esa pantalla en concreto de la web, Amazon decidió retirar esta característica. Mucha gente se descargó todos sus libros usando scripts u otros métodos antes de que desapareciera la opción. Desconozco si actualmente podremos acceder a los archivos de los libros comprados en Amazon, pero estoy seguro de que no será tan fácil como antes.
Y esto es algo que vemos desde hace bastante. No pagamos por el producto (qué rabia me da hablar de producto cuando me refiero a obras culturales), pagamos por el acceso al producto. Tienes una licencia de uso, no eres propietario de nada. El resto de industrias (música, cine, series, videojuegos) funcionan así y, pensado de esta forma, mucho ha tardado Amazon en cortar este grifo. Lo cual no quita que sea un fastidio para el cliente.
Netflix en cuesta abajo
Fui cliente de Netflix desde que llegó a España. Era barato, permitía compartir cuenta y tenía mucho contenido. Y aunque he escrito varias veces sobre este tema en el blog, no me importa hacerlo una vez más.
Uno de los primeros movimientos que hicieron fue potenciar sus creaciones propias para pagar menos a otras distribuidoras. Luego aparecieron otras plataformas para hacer lo mismo, así que el contenido (otro término horrible para hablar de obras culturales) se movía de una plataforma a otra. Ya no estaba todo en Netflix sino que debías alternar o contratar muchas plataformas.
Más adelante pusieron trabas al compartir cuenta, exigiendo incluso un pago extra para ello o comprobando que los miembros compartieran hogar, lo cual supone una clara violación de la privacidad de los clientes.
El precio subía más y más hasta el punto que el plan más barato de Netflix incluye anuncios y es el más rentable. Otras plataformas como Prime Video siguieron esta estrategia.
Es decir, todas las promesas de la llegada de Netflix se han evaporado. Un lugar donde encontrar todo el contenido (mil plataformas), accesible en precio (es muy caro si no quieres anuncios) y que permitía compartir cuenta (debes pagar extra).
Pero, claro, es que vemos mucho Netflix y volver a la descarga es una pérdida de tiempo, ¡en realidad no es tan caro!
Spotify y artistas con IA
Spotify es otra plataforma que prometía (y dio) muchísimo. Al igual que con Netflix, muchos decían que dejarían de piratear música en cuanto llegara una plataforma legal que ofreciera buenas condiciones. Eso era Spotify.
Poco a poco vimos cómo compraban redes de pódcast, plataformas de pódcast o metían pasta en patrocinar equipos de fútbol. Es correcto, tienen que darse a conocer, llevan muchos años en pérdidas.
Desde 2016 empezaron a contratar artistas para crear música genérica para no pagar derechos y actualmente crean grupos completos con IA, desde música hasta fotos y biografías. Porque se dieron cuenta de que el oyente pasivo es más rentable que el activo, y así no pagan derechos a otros artistas o distribuidoras. Y eso que pagan poco.
Mejor no entramos en las declaraciones de su líder o en las recientes inversiones en armas.
Los males de los videojuegos
Hemos hablado de libros, música, series y películas, pero el mundo de los videojuegos tiene lo suyo. Y como estoy muy al día del asunto, no tanto por ser yo un gran videojugador sino por ver mucha divulgación sobre el tema, le voy a dedicar varios apartados.
Despidos
Repito aquí la idea base de todo esto: lo importante son las personas que crean la cultura que nos gusta. Pero esas personas necesitan comer. Tenemos casos de buenas prácticas como Nintento: en Mario Wonder, por lo visto, hay nombres que llevan trabajando en Mario desde el primero de NES. Eso produce no solo estabilidad para las personas sino también experiencia en el sector en general y en un género o saga en particular.
Imagino que ser un estudio pequeño y que llame a tu puerta EA, Microsoft o alguno de los grandes debe ser una alegría enorme. Sin embargo, hemos visto cómo desaparecen muchos estudios de los que nos han dado muchas alegrías.
Lo de Microsoft en los últimos años es paradigmático y especialmente irónico en el caso de Tango Gameworks, creadores de ‘Hi-fi Rush’, un juego que critica la deshumanidad de las grandes empresas. Ángeles habló del caso en su blog.
DRM y juegos online
No sé la cantidad de años que llevo leyendo lo mismo. Los juegos comprados legalmente rinden peor que los pirata. La causa suelen ser unos sistemas de DRM que empeoran el rendimiento del juego. Es algo que ya se ve poco, pero sigue pasando.
Dentro de este empeoramiento tenemos el caso de los juegos online. Para evitar malas prácticas hay juegos que requieren acceso al núcleo del sistema, otorgando así acceso total del equipo a dicho juego. Una verdadera locura en cuanto a seguridad y privacidad porque el usuario tan solo puede confiar en que la empresa tenga buenas intenciones. Los juegos de Riot como Leage of Legends tienen este sistema.
Y hablando de juegos online, hace poco se ha hablado mucho de la iniciativa Stop killing games que lucha para que las empresas o bien permitan abrir servidores comunitarios o bien den la opción de un modo de un solo jugador. Evidentemente, las empresas se revolvieron contra ello. Lo más sangrante es que muchos de estos juegos que cierran y se quedan totalmente inutilizados eran juegos de pago. Esperemos que la iniciativa consiga su objetivo y haya un debate serio al respecto.
El precio de los juegos
Con el lanzamiento de la Nintendo Switch 2 hubo mucho debate por los precios. Hay juegos físicos que son una llave para acceder a una descarga y no llevan nada en el cartucho en sí, y se han anunciado a precios como 80 o 90€ cuando la barrera estaba en 60 o 70€.
Evidentemente, salieron los economistas de pandereta a argumentar que si inflación, que si horas de contenido, que se exigencias gráficas y un largo y variado etcétera. A lo que yo respondo lo siguiente.
Si los juegos son más caros de desarrollar no es problema de los usuarios. Nadie les obligó a que entraran en una competición absurda por los gráficos ultrarrealistas y los mundos abiertos interminables.
Y si los usuarios se quejaban de la duración cuando costaban 60€, ahora que costarán 90, ¿qué reclamarán? ¿Se les seguirá haciendo caso? En particular, Nintnendo lleva toda su historia sin hacer una triste rebaja a sus originales, no podemos rascar ni por ahí.
Elegir con la cartera
Los usuarios, clientes o consumidores (otro término horrible) tenemos más poder de decisión del que podemos imaginar. Al menos, quienes estamos algo más informados de estos temas debemos divulgar sobre el tema y avisar de las tropelías de las que nos enteremos.
Sé que la siguiente pregunta es tramposa, pero la lanzo igual:
¿Qué más tienen que hacer y hacernos para que dejemos de dar dinero a estas empresa?
Abusan de nosotros con toda claridad y en toda nuestra cara. Nos enfadamos un poquito en redes sociales y luego seguimos pagando.
Sé que muchos artistas, de todos los ámbitos, están obligados por contrato a obedecer a estos titanes, pero los usuarios debemos tomar decisiones.
No darles más pasta puede ser una. Y muy importante.
Digo que la pregunta es tramposa porque no es tan fácil. no podemos vivir en un aislamiento cultural voluntario si la mayoría de cultura que nos gusta se publica en estas condiciones, y el pataleo en redes es lo único que nos queda en esos casos.
Por supuesto, apoyo total a artistas independientes. A esos hay que ayudarlos en lo posible. Sobre todo si publican su obra en algún lugar que no apeste, aunque también lo hagan en los habituales.
Conclusión
Durante la entrada no he puesto ningún enlace a noticias que traten cada uno de los asuntos por pura pereza, pero invito al lector interesado que se informe si no está enterado.
En lo particular, en buena medida he vuelto al modelo que teníamos a principios de siglo. P2P y pagar por el contenido que más me gusta. Sé que me la juego un poco diciendo esto y firmando con mi nombre y apellido, pero m las empresas sigan riéndose en mi cara diciendo que me respetan muchísimo, esa será mi postura.
Voy mucho al cine, voy a conciertos y compro bastante en físico: no pienso sentirme mal por prescindir de ciertos servicios online, sobre todo cuando, además, pagan una miseria a los artistas (Spotify) o eliminan contenido a capricho (Netflix o HBO).
Estoy convencido de que mucha gente estará en el mismo punto que yo, buscando alternativas o pagando servicios por pereza a buscar o por cierta obligación de grupo. Es cierto que la comodidad es importante en nuestro día a día, pero si tenemos la opción de disentir de todo esto con la cartera, no debemos desaprovecharla.
Si con esta protesta logra que las empresas se replanteen sus prioridades aunque sea un poquito, ya habremos ganado algo, tanto nosotros como los artistas que nos encantan.
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