El segundo videojuego que completé en abril es un «simulador de andar» que consiste en explorar la casa de una familia de la que somos el último miembro vivo.
La mecánica de juego consiste simplemente en caminar, interactuar con ciertos elementos y descubrir las historias de cada familiar a partir de diarios, cartas u otros elementos que alteran el aspecto del juego e introducen algún pequeño cambio en el control, muy leve pero muy agradecido.
El apartado artístico está tan cuidado como el argumento. Los escenarios son bellísimos y muy detallados, los textos se nos presentan en diferente tipografía según el familiar que estemos descubriendo y se integran en los escenarios como un elemento más, incluso nos guía. Está doblado al inglés y el sonido acompaña perfectamente.
El juego se completa en poco más de dos horas, pero la forma de presentar la historia y los cambios que se introducen en ciertos momentos han logrado que me guste muchísimo.
Diré más: le he visto similitudes con el realismo mágico hispanoamericano.
Un par de horas de duración serán poco para algunos jugadores, pero yo lo pillé de oferta en Steam y desde luego no me arrepiento de haberlo comprado. Al contrario, me parece una experiencia que mucha gente debería experimentar.
Deja una respuesta