Empecé a ver ‘Roma’ por el renombre. Película de Alfonso Cuarón, ambientada en México, rodada en blanco y negro, con una fotografía alucinante, actores no profesionales, se había estrenado en Netflix y en algunas salas de cine a la vez, polémica en los Oscars… Había que verla sí o sí.
Cuando empiezo, te encuentras una película que resulta un auténtico aburrimiento. Pero de estas películas aburridas que marcan época, de estas que te planteas seriamente si dejar de verlas porque estás perdiendo dos horas y cuarto de tu vida. Pero te quedas, te quedas sobre todo por unas imágenes poderosas. Argumento, poquito.
Y entonces llegan los 45 minutos finales de la película. Y esas imágenes poderosas se ponen al servicio del escueto argumento y esa película sobrevaloradísima sigue estando sobrevalorada pero ahora entiendes por qué. Su argumento te llega, se convierte en un drama humano cubierto de una cotidianidad en la que es difícil no verse representado, aunque uno no conozca absolutamente nada del México de los años 70 y de su ambiente sociopolítico, como es mi caso.
‘Roma’ es una película dura, no exenta de errores y no para todo el mundo (insisto: hay una hora y media que es realmente dura, y es comprensible que alguien no quiera pasar por eso), pero si uno sabe a lo que va (yo no lo sabía), la película se convierte en una experiencia gratificante y que no se olvidará fácilmente.
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