He cambiado de ratón y teclado y me apetece enrollarme más de la cuenta para contarlo. Una apasionante historia de conversaciones, ergonomía, caprichos y cabreos por un ratón roto.
La conversación
Todo empezó en el fediverso. Como hago (demasiado) a menudo, lancé uno de mis mensajes sin pensar mucho. En él defendía el teclado completo, con su teclado numérico. Alguien (diría que Durru) me respondió que un teclado completo es peor a nivel ergonómico puesto que el ratón queda más lejos y hay que forzar más el hombro para alcanzarlo.
Yo jamás he usado un teclado sin sus números a la derecha. Incluso cuando compré el iMac opté por un teclado completo, cuando por defecto no lo trae. Se me quedó el asunto en la cabeza pero no le di más importancia: estaba bien como estaba.
El soporte de monitor
Más tarde me mudé a la casita que me hace feliz. Con la mudanza vino un cambio de hábitos: tengo un escritorio elevable en el que, o ponía el monitor a la altura de mi cara y me quedaba el teclado demasiado alto, o ponía el teclado a la altura de las manos y el monitor quedaba demasiado bajo.
Esto se podía solucionar con un soporte VESA pero mi iMac, único ordenador por entonces y comprado en 2017, no tiene opción para tal soporte porque es algo que hay que decidir en la compra. Apple siendo Apple.
La solución, por tanto, era buscar un soporte para colocar bajo el monitor. Algo para alzarlo.
Tras buscar bastante, me decanté por el modelo Kensington K52797WW. Es robusto, incluso muy robusto para lo que parece; y se puede ajustar la altura poniendo o sacando unas piezas. Ahora mismo lo tengo de tal modo que entran mis manos sin problemas, con un poco de espacio superior para no sentirlas aprisionadas al escribir, y el monitor me cae a una altura idónea.
Problema. Es el soporte de monitor más largo que encontré, y aun así el MX Keys de Logitech, teclado completo, entraba a lo justo. El ratón debía quedar fuera. Estuve un tiempo así hasta que…
El ratón murió
El ratón que usaba era un Logitech MX Mouse. Una pasada: un ratón con botones configurables (aunque a la aplicación de macOS le metieron IA, qué raro) y de tamaño ideal para una mano como la mía. Pero dejó de funcionar. Empezó a desconectarse de macOS y debía apagarlo y encenderlo desde el interruptor físico del cacharro. Cada vez más y más frecuentemente hasta que dejó de ser usable. Incluso probé en otros equipos pero nada: era algo físico, no de software.
Me pillé un rebote bien curioso porque considero que tengo muy mala suerte con los ratones. Siempre he usado ratones con cable más bien baratos, a los que se les fastidiaba la rueda o uno de los botones. En mi apretón burgués me hago con este MX, más caro y supuestamente mejor, que me dura poco más de cuatro años.
Hay quien me dijo que cuatro años de un periférico que se usa a diario ya va bien, pero para mí, sin duda, había sido poco. Otras personas me dijeron que modelos anteriores les había durado bastante más o que habían comprado el mismo antes que yo y aún les aguantaba.
Como fuera, el caso es que debía cambiar de ratón. Primero me encabezoné en usar hasta que se rompiera otro ratón barato que compré en época de necesidad, cuando me movía entre dos casas. Pero ese ratón es muy pequeño para mi mano, resulta incómodo para un uso prolongado.
También me encabezoné en que el siguiente ratón, como este de recambio, debía tener cable. Estaba seguro de que el MX Master había dejado de funcionar antes por tanta mecánica interna, y no quería saber nada de ratones inalámbricos. Varias personas me dijeron que los ratones inalámbricos se rompen antes.
El ratón-trackball
Y puesto a cambiar… ¿por qué no probar otra cosa?
Tras la primera conversación en el fediverso me puse a investigar sobre otros paradigmas de ratón. Al final mi uso del ordenador es bastante «de oficina»: navegación, redes sociales, ofimática, multimedia. No necesito ninguna locura, ratones «gaming» (qué horror de palabra) con una tasa de refresco absurda o una precisión milimétrica.
¿Por qué no probar un ratón vertical, para que la mano esté en una postura más natural y que la palma no mire hacia abajo? ¿Por qué no probar un trackball para que ni siquiera sea necesario mover el brazo continuamente?
¿Y si hubiera una mezcla de las dos cosas? ¡Y además con cable! ¡Anda que no pedía yo nada!
Tuve la oportunidad de probar un trackball, pero no es lo que yo buscaba. Tenía los botones dispuestos de una forma extraña. La bola en sí era muy cómoda, pero prefería el paradigma de ratón clásico, con sus botones izquierdo y derecho en los lugares a los que estoy acostumbrado.
Di con el Kensington Pro Fit Ergo. Un trackball que sigue el paradigma de un ratón clásico, con cierta verticalidad… y con cable. Me pareció caro teniendo en cuenta mi cabreo anterior con el precio del MX Master, pero el cambio de modelo y la confianza de que un ratón bueno con cable me durará más me hicieron decidirme.
Por el momento no puedo estar más contento. El ratón es grande, ideal para el tamaño de mi mano. Con ratones más pequeños acabo haciendo agarre con dos dedos o agarre de garra y creo que mi muñeca se resiente: un ratón grande me invita y casi me obliga a colocar bien la mano. Además, me acostumbré rápidamente a la bola y es maravilloso no mover el brazo continuamente.
En macOS, donde edito audio, puedo hacer uso de una aplicación oficial para configurar los botones extra que tiene. Lo uso para acceder más fácilmente a ciertas funciones de Logic Pro. En GNU/Linux no puedo configurar dichos botones, pero no me importa lo más mínimo.
El teclado pequeñito
Pero seguía teniendo un problema. El MX Keys es demasiado grande. Debía colocar el ratón fuera del soporte, detrás de las patas, poner y quitar las manos de dentro del soporte para usar el ratón. Tenía un ratón muy cómodo y que me permitía no mover el brazo: sacar las manos de debajo del soporte para llegar al ratón me parecía absurdo, un atraso.
Me di a la tarea de buscar un teclado más pequeño. El MX Keys aún funciona perfectamente y está en su caja a la espera de prestar servicio. Por una parte me sentía un caprichoso y pensaba que iba en contra de mi idea de aprovechar los aparatos hasta que se acabara su vida útil, pero finalmente me pudo la idea de no sacar las manos del soporte. Mejorar la ergonomía.
(Y el capricho. Me pudo el capricho. Para qué mentir a nadie ni a mí mismo.)
Llevaba un tiempo viendo a Nate Gentile con sus «teclados custom» y, inocente de mí, busqué por «teclado 70%», el tamaño que yo consideraba ideal para mis necesidades. Quería tener mis teclas F y alguna más de las que se suelen situar sobre las flechas.
Digo inocente de mí porque todo lo que me apareció fueron teclados mecánicos, en los que no tengo el más mínimo interés, normalmente con la disposición americana, y a veces incluso sin teclas. No era lo que buscaba.
Tras un rato caí en la cuenta de que esa terminología es la que usan los apasionados de los teclados, y yo no lo soy. Yo quería un teclado, sin más, no me maravillo con el sonido de las teclas ni me importan demasiado su recorrido o su dureza siempre que sean más que las del teclado de Apple.
Cambié la búsqueda por «teclado pequeño» y «teclado compacto» hasta que di con el Perixx PERIBOARD-409.
Este es un teclado sin glamour. Va por cable (obviamente), no tiene teclas para controlar macOS como sí tiene el MX Keys (que compré en su versión para dicho SO), tiene su tecla Windows (por más que la llamemos Super, aquí tiene el logo de Windows), su tecla para sacar el menú secundario, y la tecla Insert está en muy mala posición, al lado de las flechas. También tiene una tecla FN para usar la tecla J como el 1 y las de su alrededor como un pad numérico, lo cual habré usado tres veces. Además, como solo tiene una tecla Windows, cuando estoy en macOS la tecla Opción, o la que narices sea para dibujar la arroba y los otros símbolos de la fila de números, me queda en muy mala posición.
Por suerte, este teclado me llegó poco antes de mi miniPC con GNU/Linux, que pasó a ser mi equipo principal en muy poco tiempo. El hecho de tener un SO sin tantas peculiaridades hace que este teclado le venga como anillo al dedo y que no tenga que contorsionar la mano para escribir una arroba. La tecla AltGr está donde debe estar.
En resumen
Aquí me veo, con un teclado barato, pequeño y algo incómodo y un ratón caro y totalmente diferente; y con otros dos periféricos (un ratón barato y un teclado caro) que pensé en usar hasta que se cayeran a pedazos y que están metidos en su caja. Por ergonomía y por capricho.
Me voy a ahorrar el discurso de pacotilla de que el capitalismo nos incita a comprar para satisfacer necesidades artificiales y lo dejaré en que estoy muy contento y muy cómodo con el cambio.
Esta historieta me ha quedado mucho más larga de lo que pensé, algo que me ocurre cuando me pongo a contar batallitas informáticas. Si ha resultado entretenida y sirve para que alguien pruebe un trackball o un teclado pequeño de aquí al futuro, yo estaré más que satisfecho.
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