Me gusta mucho la película de 2004 que tenía como base esta saga de libros. Por eso, cuando Netflix anunció su adaptación, quise verla. Sin embargo, no lo hice. Hasta hace poco.

La primera temporada de la serie trata, prácticamente, los mismos acontecimientos que la película, solo que en otro orden. Es a partir de la segunda cuando ambas adaptaciones se separan y la serie empieza a ser su propia cosa.

La serie tiene un humor macabro muy particular. Se nos muestran un montón de desgracias de un modo tranquilo y pausado, con mucha anticipación, y con un lenguaje repleto de juegos de palabras y explicaciones sobre el propio lenguaje.

Técnicamente, la serie es una delicia. Los actores encarnan perfectamente a unos personajes desquiciados (todos, a su manera). Esto se ve apoyado por una fotografía muy cuidada. De la banda sonora no puedo decir mucho porque no entiendo de música, tan solo que acompaña perfectamente y tiene el mismo aire peculiar que toda la serie.

La historia se desarrolla a buen ritmo y lleva al espectador de la mano con mucha naturalidad de una trama a otra. La mayoría se resuelve en dos o tres capítulos y pasa a otra, normalmente marcada por un personaje nuevo. Siempre hay una trama de fondo y misterios que se resuelven poco a poco, hasta llegar al final.

(Posible destripe en el siguiente párrafo.)

Un final que me parece delicioso. Me encanta cómo ponen a los personajes adultos delante de un espejo para mostrarles su propia naturaleza y demostrar que, por muy justos que se crean, han sido incapaces de cuidar a los hermanos. Una historia con un carácter tontorrón, atribuible su naturaleza infantil, se ve cerrada con un toque de madurez inesperado y maravilloso.

(Ya no hay más destripes.)

En definitiva, es una serie entretenida como mínimo, y estoy seguro de que cualquier espectador echará un buen rato si conecta con su mundo y forma de contar la historia tan peculiares.