La web se ha vuelto extremadamente compleja. Frente a esa complejidad ha hecho falta actualizar los motores de los navegadores web para que sean compatibles con las últimas características, y eso nos ha dejado con varias víctimas por el camino.
El navegador más usado ahora mismo es Google Chrome. Este navegador, espero que sobre decirlo para cualquiera que esté mínimamente informado, es un coladero de datos para la empresa que lo ofrece: se le sirve en bandeja todos nuestros datos de navegación. Aunque no es el que tiene mejor rendimiento, es el más usado por la agresiva campaña de publicidad de Google y por ser el más compatible con las últimas especificaciones, unas especificaciones que, en muchos casos, fueron propuestas por la propia Google.
Google Chrome se basa en un proyecto de código abierto llamado Chromium… pero seamos sinceros: Chromium, sin las características que incluye Chrome, suele ser un navegador incompleto. Siempre hay algún detallito que no funciona del todo bien, y al final se debe recurrir a un navegador que se base en su motor. Hay honrosas excepciones, claro, como algunos que ofrecen las distribuciones de GNU/Linux.
Navegadores basados en Chromium hay muchísimos hoy en día (de hecho, son la mayoría): los basados en QtWebEngine, Ópera, Vivaldi, Brave (con un foco mayor en la privacidad pero con un dudoso modelo de negocio) o Microsoft Edge.
Curiosamente, Edge se ha convertido en una opción muy válida puesto que el negocio principal de Microsoft no son los datos, como sí es el de Google. Microsoft ofrece en Edge un navegador muy digno, lo cual era impensable hace unos años.
Sin embargo, que Edge pasara a basarse en Chromium nos dejó con una opción menos para elegir en cuanto a motor de navegación, puesto que dejaron de lado su propio motor.
Antiguamente teníamos los motores de Firefox (Gecko), WebKit, el de Opera, el de Internet Explorer/Edge y no sé si alguno más. Sin embargo, como dije en la introducción, la evolución de la web trajo una mayor complejidad a los estándares (incluso especificaciones como el DRM en HTML5, que requiere complementos extra) y muchos de estos motores fueron abandonados.
Actualmente solo contamos con tres motores que puedan considerarse de peso. Evidentemente, el primero es el de Chromium, el más usado. Si no me equivoco, el Safari de MacOS e iOS se sigue basando en un WebKit evolucionado, pero también hay asuntos que no van del todo finos, no sé si por culpa de Apple o de los desarrolladores. Por último, tenemos el motor de Firefox.
El motor de Firefox es la única alternativa multiplataforma al de Chrome, y también hay aspectos que no funcionan del todo bien, como las videoconferencias en según qué aplicaciones.
Estas incompatibilidades ocurren no porque los desarrolladores de los navegadores quieran, sino porque quienes desarrollan e implementan aplicaciones web al final solo se fijan en el navegador más usado: Chrome. Solo se preocupan en ser compatibles con Chrome.
Para los lectores más veteranos esto no será una situación nueva. Hace décadas ocurría algo parecido con Internet Explorer. Sin embargo, el escenario actual parece incluso más difícil de revertir que por entonces: no veo yo la situación para que Mozilla vuelva a dar un golpe en la mesa o para que salga un nuevo competidor que haga ponerse las pilas al resto.
En mis tiempos de linuxero idealista podría pensar o escuchar que no use aquellas herramientas web que no fueran compatibles con Firefox, por ejemplo, o que ni siquiera usara Firefox por ser compatible con el DRM en HTML5. Sin embargo, todos sabemos que la vida no es tan sencilla, y todos tenemos contactos con los que queremos mantener relación y que nos obliga a tragar con ciertas tecnologías, o un trabajo que nos obliga a usar cierta aplicación web que solo funciona en Chrome.
La pérdida de opciones siempre es una mala noticia, al menos en ciertos ámbitos. Este es uno. Que todo internet se preocupe solo de ser compatible con una tecnología no presagia nada bueno. Sin embargo, esta vez no creo que la situación cambie, al menos en los próximos años.
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