Últimamente me está ocurriendo algo curioso. Veo anuncios de adaptaciones de series o películas de mi infancia, siento indiferencia total, los trailers suelen mantener esa sensación pero, a poco que vea alguna crítica con un titular positivo, me lanzo a ver la película. Es lo que me ha pasado con ‘Power Rangers’. Y no me ha defraudado.
Hay que decir, antes que nada, que yo era extremadamente fan de pequeño. Veía religiosamente todos los capítulos de la primera temporada, y siempre recuerdo con cariño que, cuando cambiaron los poderes y pasaron a ser ninjas, yo dije que eso ya no eran los Power rangers y dejé de verla. No sé hasta qué punto es habitual que un niño haga eso.
Con respecto a esta nueva película, indudablemente lo que más me ha gustado ha sido el desarrollo de los personajes. A partir de cierto punto es un capítulo de los antiguos pero más largo: pelea contra los masillas, coger los vehículos, montar el Megazorg y pegarse de hostias con el bicho más grande. Pero la primera hora consigue que los personajes te importen.
La última película que tuvo impacto donde aparecían robots gigantes pegándose con bichos fue ‘Pacific Rim’, que también me gustó bastante por lo espectacular. La diferencia es que en aquella cinta lo que le ocurriera a los personajes me daba exactamente igual, lo interesante era ver al robot dando piñas, no la simplona trama de los personajes.
En ‘Power Rangers’ se toman su tiempo en desarrollar a los personajes. Se nos presentan progresivamente, los vamos conociendo, vemos qué supone para ellos ser Power Rangers, conocemos la motivación de Rita (que no va mucho más allá de ser la mala malísima, pero algo hay) y de Zordon (que tampoco es un ejemplo de bueno buenísimo)… Esto consigue que, cuando se ponen los trajes y empiezan a pegarse, nos importe qué ocurre con cada uno de ellos, aunque todos conozcamos el final desde el minuto uno.
La película trae bien al presente la primera de los años 90. En la serie original la Power Ranger amarilla era asiática, y el negro era (¡oh, sorpresa!) un negro. Aquí no. Y también hay un personaje homosexual.
Eso sí, cuando vi las primeras imágenes dije que los trajes me parecen feísimos y lo mantengo. Me resulta tremendamente complejo saber quién es quién cuando están peleando porque son todos iguales.
La segunda hora de la película, como he dicho, es un canto a la nostalgia. Cunado ya conocemos a esos personajes y nos importa lo que les ocurra, empiezan las hostias. En un momento determinado empieza a sonar la melodía de apertura de la serie de los 90 y es morir de gozo en la butaca (sí, fui a verla al cine).
Para la siguiente (ya han dicho que quieren hacer cinco si la primera salía bien, y ha salido bien) tendremos al Power Ranger verde que después se convertía en el blanco, mi personaje favorito de la serie.
La verdad es que me han convencido para seguir con la historia. No es que me muera de ganas de que llegue la siguiente parte, porque después de todo es una película palomitera muy del montón, pero sé que cuando llegue me tendrán de nuevo pegado a la pantalla.
Al final la nostalgia triunfa. Ellos lo saben y lo aprovechan. Mientras hagan historias medianamente interesantes como esta, yo encantado.
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