Desencanto

Llevo unos días bastante desencantado con todo.

Tecnología

Hagamos un repaso:

  • Si quiero pagar por libros electrónicos conocidos, la mayoría tienen DRM y la opción más sencilla sigue siendo Amazon, una empresa de prácticas dudables.
  • Ahora WhatsApp es el adalid de la privacidad por haber implementado un cifrado auditado aunque una tecnología que sigue entregando tu libreta de contactos a Facebook para que ganen dinero con ella. A
  • Telegram, adalid de la libertad, sigue teniendo su servidor cerrado, también se queda con tu lista de contactos y su protocolo de cifrado que ni siquiera se puede auditar.
  • Difundir XMPP entre la gente no tecnófila sigue siendo algo parecido a darse chocazos contra una pared.
  • Nos quejamos de la NSA y el espionaje mundial pero resulta que algunos hackers no tienen ningún reparo en publicar datos de ciudadanos inocentes para protestar contra sus gobiernos.

Me parece que estoy pasando por el mismo proceso de hace unos años, cuando dejé las redes libres y estuve usando tecnología privativa, pero a una escala aún mayor porque las noticias de tecnología ni siquiera me ilusionan. Ya he empezado con Netflix y Spotify y, a pesar de sus problemas, no siento remordimientos al usarlos.

Llevo ya casi diez años metido en estos asuntos de software libre y empiezo a pensar que es una batalla perdida.

Política

Votamos para que haya debate político y llevamos cinco meses de unos poniendo la zancadilla a otros, sin ningún avance. Luego hablarán de nueva política. «No existe ni nueva ni vieja política, solo hay una política», leí una vez.

Si se repiten elecciones votaré, porque no hacerlo es regalar el voto, pero votaré al partido más minoritario que encuentren.

Enhorabuena, partidos de la supuesta izquierda, habéis conseguido desencantar a otro ciudadano que tenía esperanza en vosotros.

Educación

La sociedad es profundamente represiva. Se nos encarcela durante quince años de enseñanza obligatoria aprendiendo algo que en el noventa por ciento es inútil. Los adultos estamos controlados por los bancos, por Hacienda, por las farmacéuticas, por las hipotecas, por la industria del automóvil, por el miedo en general a perder. Y creemos que nuestros hijos deben vivir también en una cárcel para poder colocarse algún día en algo que les permita tener hipoteca, créditos, automóvil, vacaciones express, jubilación… Y creemos que esa es la vida, estar siempre encerrados haciendo lo que otros nos dicen. Es lo que enseñamos en la escuela.

Joselu, Habría que derribar las paredes de las aulas

Estas palabras me han dejado huella. No por esta visión de la sociedad, bastante pesimista aunque no falta de razón, sino por la reflexión que me ha generado. ¿Estoy yo, como docente, repitiendo los mismos roles que vi cuando yo era estudiante? ¿Con mis clases lo que hago es continuar esta cadena de montaje de la que habla Ken Robinson, crear trabajadores válidos para la sociedad en lugar de enseñarles a pensar de modo crítico?

Cuando comencé mi camino a la docencia fui totalmente consciente de las reglas de la sociedad. Y estoy contento porque mi decisión fue seguir un camino establecido para alcanzar mi objetivo. Sin embargo, no quiero transmitir una única manera de ver la vida a mis alumnos.

Cuando hablo de mi profesión en algunos círculos me dicen que es imposible cambiar algo del sistema formando parte del mismo. Yo siempre digo que no estoy de acuerdo, sin embargo no sé si soy consecuente con mis actos en el aula.

Llegar a una respuesta para todas estas dudas es difícil (imposible, diría) y considero positivo tenerlas, pero son tinieblas que siempre rondan.

En fin…

Tan solo quería poner por escrito todas estas sensaciones y pensamientos que me rondan por la cabeza estos días.

Seguramente solo sea una etapa. Espero.

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7 respuestas

  1. Las batallas sólo se pierden cuando se abandonan…
    No esperes grandes logros, pero sí date cuenta de las pequeñas batallas ganadas día a día y que casi puedan pasar desapercibidas.
    La primera y más importante revolución debe tener lugar en nuestra cabeza, a partir de ahí debemos seguir siendo consecuentes, y no dejarnos ganar por el desazón.
    Hay que seguir se puede caer, pero desde luego no está permitido no volver a levantarse.
    Espero que regreses con ánimos renovados, que te llenes de oxígeno y recobres las ganas de hacer lo que creas que es lo mejor para ti, según tu criterio. No esperes nada de los demás y si llega siempre será bien recibido por lo inesperado.
    Ánimo (ciber)amigo !!

    1. Tranquilo que no me voy a ninguna parte, esta pequeña crisis no me ha afectado tanto como para dejar las redes libres. Desde luego, soy consciente de los pequeños logros, de la cantidad de gente a la que he llegado con la difusión de muchos temas. Son fases, simplemente: ahora me apetece estar un poco más alejado de todo esto.

  2. «Llevo ya casi diez años metido en estos asuntos de software libre y empiezo a pensar que es una batalla perdida»

    Yo ya no lo pienso, yo lo doy por hecho… lamentablemente.

    1. Siempre he pensado que es una carrera de fondo, no algo que se vaya a conseguir de un día para otro, y los pequeños logros están ahí, como bien dice Víctor. Pero hay épocas en las que es difícil verlos.

  3. El desencanto es el alimento de los activistas. La necesidad imperiosa de que las cosas tienen que cambiar tarde o temprano. La realidad golpea por todos los frentes posibles.

    Una sociedad tecnológica y culturalmente libre es una utopía desesperanzadora. Por eso mismo seguimos luchando por el sueño que quizá nunca llegue. Nuestra recompensa es saber que lo intentamos y que no nos quedarán cuentas pendientes con las futuras generaciones.

    1. Hay momentos en los que es difícil seguir ese sueño. Dan ganas de dejarse llevar por la mayoría y no pensar. Pero esto es imposible una vez que se ha entrado mínimamente en todo esto.

  4. Bueno, es lo que hay. Pienso que en el lapso de treinta años hemos construido una sociedad mucho más controladora y moralista que la que conocí tras la liquidación de la dictadura. El grado de libertad que viví en los años setenta y ochenta, incluso noventa, no tiene nada que ver con la sociedad burocrática, coactiva, enemiga del libre pensamiento que vivimos ahora. La escuela es una manifestación más de esa coerción. La principal víctima de ese proceso es la imaginación. Todo está regulado. Todo. Pienso que la escuela y la sociedad en general es una maquinaria trituradora del espíritu libre y estamos abocados a los estereotipos y la masificación.

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