Profe, ¿eso se copia?

Un día cualquiera en un aula cualquiera en un instituto cualquiera. El profesor de Lengua, cargado de burocracia atrasada y con montañas de trabajos y exámenes por corregir, llega al aula todo lo motivado que puede llegar. Después del correspondiente saludo, de confesar que no ha corregido los exámenes, de pasar lista y de otras cuestiones previas, se dispone a empezar la clase.

­­­­­- Hoy empezaremos a estudiar la lírica del Renacimiento. ¿Os acordáis de lo que es el Renacimiento, no? En esta época hay autores que perfeccionaron la poesía en español, que experimentaron con temas y formas, que..

– Profe, ¿esto entra en el examen?

– Esto es una introducción. Tú escúchame y ya está, que estáis todos obsesionados con los exámenes. Decía que estos autores van más allá de lo que se había hecho anteriormente…

– Profe, ¿en qué página estamos?

– El viernes terminamos el tema 3, ¿no? Entonces, ¿en qué temas estaremos ahora? Quiero empezar a leer poemas pronto así que dejadme terminar la introducción, que no lleva más de cinco minutos y ya vamos camino de los quince… En esta época -el profesor se acerca a la polvorienta pizarra y anota «Características»- los gustos eran muy diferentes a los que hemos visto de la Edad Media. A los renacentistas le gustaba la naturaleza -silabea la palabra mientras la escribe en la pizarra.

– Profe, ¿eso se copia?

– Dios mío, llévame pronto…

El profesor explicó por enésima vez que ya no estaban en primaria, que ellos deberían ver cuándo algo es importante y cuándo no. También por enésima vez reflexionó sobre cómo el peso de una enseñanza que no requiere el mínimo esfuerzo de razonamiento por parte del alumno lastra cualquier mínimo intento de cambio.

Imagen: Teacher writing on blackboard, CC BY

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Una respuesta

  1. Te cuento una anécdota que te va a hacer reír. Este trimestre (porque la UPF va por trimestres) he impartido clases de prácticas de una asignatura cuyo contenido, realmente, no admite un grupo de prácticas, pero el sistema es así. Tratábamos un día un ejercicio sobre unas formas verbales de una lengua aglutinante que introducía unos cuantos sufijos de aspecto y modalidad, además del de tiempo. Para enseñarles a formular y probar hipótesis, yo siempre comienzo por los datos más sencillos, les hago una formular una hipótesis provisional, la recojo en la pizarra para que la tengan en cuenta y, luego, seguimos con otro dato para probarla. Si no funciona, se prueba otra hipótesis y así hasta dar con una que explique todos los datos proporcionados. Al fin y al cabo, ese es el método de la lingüística moderna, salvo por el hecho de que un lingüista «profesional» ya tiene la intuición tan entrenada que puede saber por dónde comenzar con solo echar un vistazo a los datos.
    Pues bien, los alumnos, aun cuando les diga mil y una veces que no copien hasta llegar a la hipótesis definitiva, copian absolutamente todo lo que se haga. Por supuesto, el desastre y las caras de frustración vienen cuando algún paso provisional se demuestra como incorrecto y lo tenemos que desechar.
    En mi experiencia, tenemos que hacer ver a los alumnos que lo más importante es saber hilar y entender la información y no tanto la información en sí misma. Por supuesto hay datos y contenidos que hay que saber, pero la mayoría de las cosas se puede deducir o simplemente relacionar con eso que es fundamental.

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